Original The Guardian / Fabrizio Goria |
A día de hoy Grecia tiene dos opciones.
i. Seguir en la eurozona. A cambio se impone una negociación complicada en la cual las instituciones europeas únicamente estarían dispuestas a conceder nueva financiación a Grecia a cambio de reformas y ajustes necesarios que garanticen una economía competitiva y fiscalmente viable. Según el excelente análisis que realiza Jordi Gual, la clave del acuerdo estará en la “secuencia temporal entre las reformas, el desembolso de los fondos y el momento en que se relajen las condiciones de financiación”.
ii. Abandonar el euro (grexit). A corto plazo, se introducirían pagarés para hacer frente a las restricciones de liquidez tras no llegar a un acuerdo con las instituciones europeas. Estos pagarés constituirían la nueva moneda helena la cual tendría una capacidad de compra muy pequeña. Esto provocaría un importante desabastecimiento de los comercios y la quiebra de muchas compañías y entidades financieras. En este contexto, la deuda que mantiene Grecia con los acreedores internacionales sería totalmente imposible de pagar: la deuda estaría en euros y los griegos solo podrían ofrecer dinero en una moneda griega fuertemente devaluada y que nadie querría.
ii. Abandonar el euro (grexit). A corto plazo, se introducirían pagarés para hacer frente a las restricciones de liquidez tras no llegar a un acuerdo con las instituciones europeas. Estos pagarés constituirían la nueva moneda helena la cual tendría una capacidad de compra muy pequeña. Esto provocaría un importante desabastecimiento de los comercios y la quiebra de muchas compañías y entidades financieras. En este contexto, la deuda que mantiene Grecia con los acreedores internacionales sería totalmente imposible de pagar: la deuda estaría en euros y los griegos solo podrían ofrecer dinero en una moneda griega fuertemente devaluada y que nadie querría.