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Me gustaría resaltar algunas ideas y frases de la actual directora de la Real Academia de la Historia, Carmen Iglesias. La entrevista completa aquí. Muy interesante su libro No siempre lo peor es cierto. Estudios sobre Historia de España.
(...)
P. Como historiadora ha investigado la evolución de la mujer en las
sociedades de los siglos XVIII y XIX. ¿Diría que a mayor ilustración,
mejor trato?
C.I. Bueno, están las sufragistas a las que debemos
tanto. Y luego he rastreado bien desde la baja Edad Media. Montesquieu
decía que se mide la libertad de una civilización por la libertad que
tienen sus mujeres. En la historia nos movemos en zigzag. Con la
Ilustración se nota cierta liberación, aunque creada mayoritariamente
por hombres, trae cierta emancipación; luego en el marco del XIX vivimos
un retroceso clarísimo, una vuelta al hogar, pero al mismo tiempo es el
comienzo de la revolución industrial y del mercado y, por tanto, las
mujeres y hasta los niños trabajan porque se necesita mano de obra.
Cuando hice la exposición de Cervantes para la Academia de la Lengua me
impresionó las mujeres que lo rodearon, las cervantas, que eran
mujeres que sabían leer y escribir, tenían una ilustración, pero
carecían de dote para casarse y subir su nivel. Es curioso, en las
Partidas de Alfonso X el Sabio existía una protección a las mujeres por
promesa de matrimonio, de manera que si alguien rompía ese pacto, el
afectado debía pagar una indemnización.
C.I. Es “el miedo a la libertad” que explicó Erich Fromm. La libertad lleva
consigo un grado de soledad y de independencia. Sin el grupo, no
hubiéramos sobrevivido de niños, y luego persiste esa tendencia a que la
tribu te proteja. Cuando se produce un linchamiento y la masa se
muestra enardecida, no existe responsabilidad individual. En estas
mujeres puede funcionar ese temor a la responsabilidad, una inercia a
que decidan por ellas. Que las chicas se metan en sectas o se apunten al
yihadismo resulta preocupante.
P. Usted ha basado su carrera en el conocimiento como patrimonio
personal y ha escrito miles de páginas sobre el individualismo como
valor moral frente al grupo. ¿La sociedad prima el gregarismo?
C.I. He estado siempre en contra de los nacionalismos porque priman el grupo
por encima de los individuos, y nos ha costado mucho llegar a ese estado
en que el individuo tenga entidad moral y autónoma. Dicho esto, el
individuo no puede vivir solo y hay una relación dialéctica entre el
individuo y el grupo. Lo peligroso llega cuando el grupo se impone, eso
tiende a ser totalitario. Hay un libro que siempre recomendaba a mis
alumnos como iniciación, El señor de las moscas, una muestra de
cómo en un momento en que no hay normas para defenderse dentro del
grupo se impone el más fuerte, el más violento, el más osado. Ese es el
peligro del grupo.
P. ¿A qué achaca el presentismo en que nos movemos?
C.I. Es una de las consecuencias de la falta de educación, de humanidades y
de una historia común. Nos falta una conciencia histórica, que va más
allá de aprender fechas y personajes. Conciencia histórica es
comprender, a través de las narraciones, el legado de las anteriores
generaciones. Y somos privilegiados por la época que nos ha tocado
vivir, y más siendo mujeres. Esa falta de conciencia histórica de creer
que la democracia y las libertades son una cosa que está ahí y que no
vale me abruma. Ya tuvimos la experiencia histórica de los años treinta,
cuanto la intelectualidad europea empezó a pensar para qué valían las
libertades burguesas. Me preocupa en los jóvenes españoles ese presentismo
que carece de hondura. Que se puedan volver a decir las cosas que se
dicen, que son de la época bolchevique, me asombra. En el péndulo
franquismo/antifranquismo ha faltado una reflexión autocrítica y en
profundidad respecto a lo que han sido los regímenes totalitarios, y no
solo el alemán, también los soviéticos y lo que significa Camboya o
China. Ha faltado una educación cívica, en eso estoy con Savater. Saber a
dónde conducen las utopías imposibles y la falacia del hombre nuevo.
Esa falta de conciencia histórica nos lleva a no valorar lo que tenemos.
A mí los grandes salvadores me dan miedo, porque la historia ha
demostrado que se convierten en grandes dictadores.
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