domingo, 3 de septiembre de 2023

Inglaterra y el impacto de la Revolución Gloriosa de 1688

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En 1571 las armadas de la Liga Santa –la Monarquía Hispánica (Corona de Castilla y Aragón), Venecia y la Santa Sede- bajo la dirección de Juan de Austria vencieron al Imperio Otomano en la batalla de Lepanto. Esa derrota supuso que desde entonces los turcos no volvieran a intervenir en el Mediterráneo Occidental. En 1580 la Corona de Portugal se incorporó a la Monarquía Hispánica. Paralelamente para detener las revueltas flamencas y mantener el monopolio con América, Felipe II decidió neutralizar a Inglaterra. Sin embargo, la derrota de la Gran Armada en 1588 dejó el Atlántico Sur en manos España y Portugal, mientras que Inglaterra, Francia y los Países Bajos tuvieron vía libre para apostar por el Atlántico Norte.


Isabel I, original aquí
Isabel I de Inglaterra decide apostar fuerte: el objetivo es invadir el puerto de A Coruña y llegar hasta Lisboa. Al frente de la denominada Contra-Armada, el almirante (para la historiografía española, corsario en el Caribe) sir Francis Drake. Lo que se produjo es menos conocido (más detalles en Contra Armada. La mayor catástrofe naval de la historia de Inglaterra). El rotundo desastre naval inglés de 1589, en víctimas y buques, fue superior con más de 20,000 bajas al sufrido por la flota española el año anterior (11,000 bajas españolas). El fracaso inglés en A Coruña y en las costas portuguesas supuso que la Monarquía Hispánica conservara durante casi tres siglos más su imperio transoceánico.

Inglaterra debe replantearse su política exterior. A principios del siglo XVII, Inglaterra únicamente podía aspirar (y siempre en competencia con la Monarquía Hispánica y Francia, dos durisímos rivales) al noreste de Estados Unidos y Canadá, las cuales constituían las zonas más despobladas, con menos recursos, con peores condiciones climatológicas y con más dificultades de acceso. El simple pirateo en Caribe español sufre la competencia francesa y holandesa, al tiempo que deben hacer frente a los navíos españoles. No es suficiente. En la Europa continental quien manda desde la Paz de Westfalia (1648) es Francia. Así que deciden mirar hacia Asia y el Pacífico.

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En el Pacífico los portugueses estaban instalados en India, Indonesia, China y Japón, mientras que los castellanos estaban asentados en Filipinas (véase el Tratado de Tordesillas). La puesta en marcha de una nueva ruta comercial entre Manila y Acapulco fue importantísima para la Monarquía Hispánica gracias al intercambio de especias, sedas, porcelanas y productos de lujo por oro y plata. La decadencia de Portugal y la derrota de la Gran Armada permitieron a las casas comerciales holandesas situarse primero y ampliar su negocio en Asia (desde Yakarta -antigua Batavia- hasta la costa oeste de Malasia). En efecto. La Compañía de las Indias Orientales holandesa (VOC) se convirtió en un ejemplo a seguir y en un rotundo éxito. Los últimos dominios portugueses en Asía pasaron a dicha compañía en 1667. Desde el punto de vista económico, la Bolsa de Ámsterdam (libro aquí) se convirtió en el centro financiero de Europa. ¿Cómo operaba dicha compañía? Durante casi dos siglos el algodón de la India, la canela de Sri Lanka, las especias de las Molucas (sobre todo clavo), la porcelana y té chinos entraban en territorio europeo gracias a la VOC. Más ejemplos. En 1609, la VOC montó una factoría en Hirado (Japón) desde donde importaban seda de la China, azúcar, venados, pieles, marfil, plomo, estaño, oro, plata, cobre y cereales, alcanfor, porcelana y, sobre todo, más especias. Los holandeses fueron durante mucho tiempo a los únicos occidentales que se les permitió el comercio con los japoneses. La estrategia de la VOC consistía en controlar la distribución de las especias y la diversificación de los mercados aunque tuvieran que recurrir a prácticas tan expeditivas como arrasar la población de Amboina (Islas Molucas): más de 15,000 muertos y el resto vendidos como esclavos. Y si la producción de clavo era excesiva, talar todos los árboles de clavo para que volvieran a subir los precios.

Así que los ingleses deciden mirar a los Países Bajos, en principio un rival de menor entidad. Holanda y la Compañía de las Indias Orientales tienen el doble de barcos que Inglaterra al tiempo que ejerce un monopolio en Asia mucho más efectivo que la piratería inglesa en el Caribe. A mediados del siglo XVII la marina holandesa controlan las mercancías que se producían a nivel mundial desde Ámsterdam, Batavia (actual Yakarta), Nueva Ámsterdam (actual Nueva York) y Ciudad del Cabo. Entre 1652 y 1674 se producen tres guerras comerciales que los británicos pierden, a pesar de tener el doble de población y haber incrementado considerablemente su flota. ¿Qué podían hacer los ingleses? Muy sencillo, decidieron copiar a los holandeses: crearon la Compañía de las Indias Orientales inglesa, crearon un banco central (Banco de Inglaterra en 1694) y desarrollaron una bolsa de valores (Bolsa de Londres). Políticamente 1688 es una fecha clave. Se produce la Revolución Gloriosa (véase el extenso libro de Steve Pincus, 1688 la primera revolución moderna); y este interesante reportaje en DW), que en palabras de Niall Ferguson supuso una fusión comercial entre Inglaterra y Holanda (véase Empire: How Britain made the Modern Word o El Imperio Británico: cómo GBR forjó el mundo). Eso sí fueron necesarios más de 500 barcos y 20,000 soldados para que Guillermo de Orange expulsase a Jacobo II poniendo fin al reinado de los Estuardo.

Guillermo III desembarcando en Brixham (aquí)
Una vez que el stadhouder (estátuder: jefe supremo) de las Provincias Unidas se convierte en Guillermo III (o William III) realiza una concesión decisiva: acepta la supremacía del Parlamento y de los derechos individuales (libertad religiosa). En otras palabras, el príncipe holandés Guillermo de Orange se convierte en rey de Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda al casarse con su prima María (hija de Jacobo II) a cambio de someterse a la autoridad del Parlamento. El camino a seguir está claro. Inglaterra decide apostar por un régimen parlamentario, por el comercio y la conquista de mercados, por el dominio de los mares y la estabilidad diplomática (apoyar siempre tenga o no tenga razón al país más débil). Se llega a una especie de pacto no escrito con los holandeses. Indonesia y el comercio de las especias para los Países Bajos. India y el comercio textil para Inglaterra. En definitiva, siguiendo a Ferguson el ascenso inglés desde 1600 se basó en robar a los españoles, copiar a los holandeses, derrotar a los franceses y desvalijar a los indios. Y todo esto necesita mucho, pero mucho dinero. Inglaterra necesitaba un sofisticado sistema financiero que le permitiera obtener préstamos masivos y un sistema fiscal que asegurase el pago de los intereses de la deuda. ¿Qué significa esto? Dos ejemplos. Primero: la aristocracia inglesa no estaba exenta de impuestos. Segundo: una vez que EEUU consiguió su independencia, Inglaterra aplicó su pragmatismo otorgando a los barcos estadounidenses los mismos privilegios que a los barcos ingleses. Resultado: Francia e incluso España obtienen la gloria por haber ayudado a los norteamericanos; Inglaterra conserva el dominio y la influencia económica sobre su ahora antigua colonia norteamericana. Veamos qué significa en números. Inglaterra consiguió obtener hacia 1789 una recaudación fiscal tres veces superior a la francera que le permitió evitar revoluciones y que su deuda pública hubiera pasado de 14 millones de libras en 1700 a 700 millones en 1815. Al mismo tiempo, fue capaz de soportar un pago de intereses superior al 50% del presupuesto en periodos de paz.

Lo que vino después es más conocido: las guerras Napoleónicas, la Revolución Industrial, la era Victoriana y sobre todo el Imperio Británico.

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Una recomendación: El alma de las Naciones de Alain Minc