Fotografía de Piedad Isla |
Hace unos meses el escritor leonés Julio Llamazares (más información sobre el autor aquí, aquí y aquí) presentó (aquí y aquí) en su provincia natal una reedición del libro de Avelino Hernández, Donde la vieja Castilla se acaba: Soria. Muy recomendable. A continuación copio y pego lo que publicó Julio Llamazares en El País (el subrayado en negrita es mío) sobre el libro y sobre Castilla.
(...)
Se trata de un libro que, tras su apariencia de
guía para viajeros por Soria, esa provincia olvidada por los españoles,
cuyo conocimiento general de ella se limita a la historia de Numancia (aquí y aquí),
esconde una honda reflexión sobre el destino de una región, Castilla,
que languidece entre la indiferencia general tras siglos de decadencia y
de incuria y después de ver desaparecer incluso su nombre tras su
desmembramiento y despojo autonómico, en el que vio cómo la dividían en
dos, le añadían otro territorio histórico: el antiguo Reino de León,
igualmente decadente y olvidado, y le arrancaban sus tres provincias más
ricas, ésas que deberían tirar de ella hacia la prosperidad: Santander,
Logroño y Madrid. La reflexión de Avelino Hernández, literariamente a
la altura de sus maestros, Machado al frente de ellos, y conceptualmente
desesperanzada como correspondía a alguien que ya veía en aquel
momento, principios de los ochenta del siglo XX, años de la movida y de
la posmodernidad españolas, el derrotero por el que se precipitaba una
antaño región pudiente y dominadora, imperialista y rica gracias a sus
conquistas en otras tierras, que no por sus riquezas naturales, que,
tras siglos de progresivo declive económico y moral, veía cómo sus
gentes la abandonaban en masa y sus antiguas glorias y construcciones
(catedrales, castillos y palacios) se caían a pedazos sin que nadie
atendiera a su ruina ni lamentara su irreversibilidad. Sólo Avelino
Hernández y algunos otros alzaron la voz en aquel momento para denunciar
lo que estaba sucediendo ya en su tierra sin que nadie les hiciera el
menor caso: al revés: acusándolos de noventayochistas y conservadores,
calificativos que aún usan hoy en la periferia muchas personas
desconocedoras de la verdadera realidad de una región a la que siguen
estigmatizando de imperialista y depredadora como si el tiempo no
hubiera pasado por España y culpándola de sus problemas, ignorando que
Castilla hoy ya no pinta nada en el concierto político nacional,
convertidas sus ciudades, salvo excepciones, en monumentos para turistas
y sus antiguas villas y poblaciones llenas de historia en geriátricos
en los que solitarios ancianos sostienen con sus hombros la ruina de una
tierra que, como anunció en su día Avelino Hernández, se acaba sin
remisión. Porque, aunque les extrañe saberlo a los nacionalistas
periféricos, la región que más sufre el centralismo de Madrid, y la que
más carencias tiene, es Castilla, no las suyas.
Aunque hay muchos más, imprescindibles en este día de Castilla y León y del día del libro
Antonio Machado: Campos de Castilla
Azorín: Castilla
Miguel Delibes: Castilla como problema y Viejas historias de Castilla La Vieja
Jorge Manrique: Coplas por la muerte de su padre
Carmen Martín Gaite: Usos amorosos del dieciocho en España (todos sus libros aquí)
Gustavo Martín Garzo: La Soñadora (artículos aquí)
Miguel de Unamuno: Abel Sánchez, una historia de pasión (la envidia es mil veces más terrible que el hambre; según Unamuno la envidia, el odio y la intolerancia eran (?¿ son) los vicios nacionales)
José Zorrilla: Don Juan Tenorio y La leyenda del Cid
José Zorrilla: Don Juan Tenorio y La leyenda del Cid
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