domingo, 12 de noviembre de 2017

Ponferrada ciudad del dólar, las instituciones extractivas de Acemoglu y la persistencia de rentas políticas asociadas a la corrupción


The Wolf of Wall Street, 2013
Aproximadamente entre 1940 y 1960 hubo una ciudad en España que recibió el sobrenombre de Ciudad del Dólar, debido a la abundancia de trabajo y dinero. Esa ciudad era Ponferrada. Era tal la abundancia de dinero que hay leyendas urbanas que afirman que la gente fumaba en billetes de las antiguas mil pesetas. A modo de ejemplo, dado que técnicamente seis euros son equivalentes a las antiguas mil pesetas; bien podría implicar que 1,000 pesetas de 1955 supusieran casi 330 euros en la actualidad (cálculo actualización rentas vía INE aquí). Muy sucintamente, las razones de esta expansión se debieron a varios hechos que ordenados cronológicamente fueron: (i) la empresa Minero Siderúrgica de Ponferrada (1918) promovió en 1919 el ferrocarril de vía estrecha entre Ponferrada y Villablino para facilitar la salida de hulla (libro aquí; archivo de noticias aquí); (ii) en plena II Guerra Mundial y asociada a la explotación del wolframio en Galicia, Ponferrada y en algunas zonas de Salamanca y Extremadura se produjo una importante burbuja de precios que alentó la presencia de todo tipo de especuladores (véase el excelente documental de Paula Cons, La batalla desconocida; más información aquí y aquí; audio radio3 aquí); (iii) Endesa (1944) construyó sucesivamente las centrales térmicas Compostilla I (1957) y Compostilla II (1961), amén del salto de la Fuente del Azufre (1949) y el embalse de Bárcena. Este periodo constituyó una auténtica época dorada de la minería (antracita) en la comarca del Bierzo, la cual llegó a emplear a casi 25,000 personas en 1957. El fotógrafo alemán Otto Wünderlich fue un fiel testigo de toda esta expansión industrial de la comarca del Bierzo, habiéndonos dejado un legado fotográfico excepcional (más información aquí y en la Fototeca del Patrimonio Histórico).


Trabajadores en Compostilla I. Otto Wünderlich
En la actualidad, la ciudad de Ponferrada (en torno a los 67,000 habitantes; datos INE) ocupa el puesto 686 sobre 2,964 localidades españolas con más de 1,000 habitantes con una renta per cápita de 22,749 euros (datos aquí) (datos FEDEA sobre la renta media por declarante de IRPF aquí). El caso de Ponferrada es un claro ejemplo de lo que Acemoglu denomina instituciones extractivas (premio Fronteras BBVA; entrevistas aquí y aquí). Durante años la extracción de minerales no vino acompañada de inversiones adicionales en capital humano (el trabajo en la mina tampoco requería de unas grandes dotes intelectuales y los ingenieros venían de fuera) o en diversificar la actividad económica incentivando la creación de nuevas empresas alejadas de las minas. Al contrario, se crearon derechos de propiedad volátiles, se dificultaron los contratos, no se incentivó la innovación y la incorporación de tecnología y, como era previsible, se generaron leyes (durante la dictadura y durante la democracia, indistintamente de la tendencia política del gobierno) que acabaron beneficiando a un pequeño segmento de la sociedad. 

Victorino Alonso, c. 2012
Ejemplos de todo esto fueron (son) las empresas de Victorino Alonso que entre 2000 y 2014 llegaron a acumular más de 1,700 millones de euros en ayudas a la producción de carbón, pero también para la construcción de carreteras, infraestructuras ferroviarias y obras hidráulicas (sobre su amplísimo historial de denuncias puede consultarse aquí y aquí). Alonso comenzó su imperio en 1987 con la compra de Hulleras e industrias (HULLASA). Después de siete años de compra de sociedades en declive, consiguió hacerse con la compañía carbonera española privada más importante del país: Minero Siderúrgica de Ponferrada. En casi treinta años, Alonso se convirtió en una de las mayores fortunas de las comarcas mineras, además de un importante terrateniente con  varias fincas de caza repartidas en Cáceres y Huesca (más detalles aquí).

Recepción en la estación de Ponferrada. Otto Wünderlich
Durante más de cincuenta años la rentabilidad no estuvo en la extracción de mineral para las centrales térmicas, sino más bien en las subvenciones que se concedieron a los empresarios del carbón, a los sindicatos y a los políticos que las gestionaron. Dentro de la literatura económica, Olson ha señalado que la formación de grupos de presión no suele ser favorable para la eficiencia económica dado que ralentiza la toma de decisiones políticas, impone barreras de entrada a la libre competencia, genera marcos jurídicos y reguladores sesgados hacia sus intereses. A largo plazo, supone una capacidad de respuesta mucho más lenta para adoptar medidas ante los cambios tecnológicos. En este contexto, la pregunta que uno se haría es por qué persistieron estas instituciones ineficientes durante tanto tiempo. Acemoglu sostiene –basándose en el teorema de Coase- que las instituciones políticas ineficientes prevalecen en el tiempo porque sirven a los intereses de grupos sociales que sustentan el poder político a expensas del resto de la sociedad. En otras palabras, las elites políticas y económicas asociadas a la explotación del carbón bloquearon todo cambio institucional o incluso cualquier desarrollo tecnológico por temor a perder su status social y económico.

En definitiva, la historia importa, siempre importa. De hecho, los historiadores económicos nos referimos al concepto de path dependence para subrayar la idea de que nuestro futuro también depende de nuestro pasado. Y probablemente en el contexto actual, el futuro de la comarca berciana no sea muy halagüeño -la mayoría de las minas están cerradas, los jóvenes no tendrán otra opción que emigrar por mucho que sean ingenieros o médicos porque se ha destruido el tejido empresarial y, además, nos encontramos con una población envejecida y dispersa geográficamente- gracias a los Victorinos de turno y a todos aquellos que lo permitieron para vivir su momento sin importarles el futuro de sus hijos.

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