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Irish family ejectment from their home. Original aquí |
En agosto de ese mismo año se produjo una huelga general liderada por el movimiento cartista (véase Carta del Pueblo) en defensa del sufragio universal masculino: un hombre, un voto. El primer ministro conservador Robert Peel envió al ejército contra los huelguistas quienes acabaron replegándose hacia sus fábricas. De nuevo Carlyle escribía: “La revuelta, el hosco y vengativo humor de la revuelta contra las clases altas […] es cada vez más el espíritu universal de las clases bajas”. El “Informe sobre las condiciones sanitarias de la población obrera de Gran Bretaña” publicado en 1842 por Edwin Chadwick (con anterioridad publicó junto a Nassau William Senior, Poor Law Commissioners' Report of 1834), mostraba que en Manchester (el Silicon Valley de la Revolución Industrial) la vida media de los hombres era de 17 años, la mitad que en los entornos rurales. Solo uno de cada dos recién nacidos llegaba a superar los 5 años de edad. Pero había mucho más: las calles eran frecuentemente usadas como alcantarillas, las casas estaban llenas de moho y en un estado deplorable, la comida putrefacta y los obreros se pasaban la mayor parte del tiempo en estado de embriaguez.