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El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, el presidente de la
Comisión Europea, José Manuel Barroso, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, y el primer ministro británico David Cameron
anunciaron el pasado 17 de junio el inicio de las conversaciones sobre el tratado de libre comercio entre Europa y EEUU (aquí visto desde EEUU).
El presidente Obama se refirió a este acuerdo, el pasado 12 de febrero, en su discurso anual sobre el estado de la Unión. Según el New York Times, la Asociación
Transatlántica de Comercio e Inversión permitiría aumentar (actualmente representa cerca de 480.000 millones de
euros en 2012) de forma exponencial el comercio entre Europa y EEUU. Según EUobserver, el acuerdo comercial podría suponer cerca de
275.000 millones de euros al año y fomentar la creación de dos millones
de empleos. Las negociaciones podrían durar más de dos años. Los puntos de fricción estarían en la regulación europea
sobre la alimentación y los productos farmacéuticos.
Tal como señala el periódico checo Ekonom, el mercado único europeo (basado en la libre circulación de personas, de mercancías, de servicios y de capitales) constituye el mayor espacio económico del mundo y ha permitido suprimir una gran cantidad de barreras administrativas y técnicas entre los mercados interiores de los países miembros. La eliminación de las barreras reglamentarias en los intercambios con Estados Unidos y la pérdida de las ventajas actuales que dan derecho a los países europeos a un tratamiento preferencial en el mercado interior, diversificarían las relaciones comerciales actuales (por ejemplo, los intercambios comerciales entre Alemania y Francia podrían descender un 23%, y un 40% entre Alemania y Reino Unido). En contraposición, la facilidad de los intercambios comerciales entre Estados Unidos y la UE aumentarían la actividad económica, reducirían los costes de producción (amén de los precios de compra) e implicarían un mayor crecimiento económico. Parece plausible que a corto plazo, los países que más se beneficiarán del acuerdo serán aquellos que tradicionalmente mantienen unos vínculos comerciales privilegiados con Estados Unidos, como Reino Unido o Irlanda. Pero igualmente los intercambios comerciales entre Alemania y Estados Unidos podrían duplicarse. Y asimismo el volumen total de los intercambios comerciales entre Estados Unidos y España, Italia, Grecia y Portugal aumentarían de forma considerable. De hecho, según un informe de la fundación Bertelsmann la asociación transatlántica haría disminuir las diferencias económicas entre los países del norte de la UE y los países del sur de Europa, más afectados por la crisis. Finalmente la creación de una zona de libre comercio transatlántico incentivaría y estimularía la finalización del mercado interior europeo y la liberalización de los sectores en los que aún existe una excesiva reglamentación. En definitiva, la UE tendría acceso al mercado estadounidense con más de 300 millones de personas y, por su parte, EEUU tendría acceso a un mercado de más de 500 millones de europeos. ¿Quiénes saldrían perdiendo? Todo parece indicar que los más afectados serían los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) cuyas exportaciones hacia la Unión Europea y Estados Unidos podrían descender un 10% y un 30%, respectivamente.
Original en Handelsblatt |
Obviamente a corto plazo este acuerdo de libre comercio entre la UE y Estados
Unidos es muy difícil que prospere y además no aportará una armonización comparable a la que
existe actualmente entre los estados miembros de la UE. Por consiguiente, no es posible que surja una Unión
Euro-Estadounidense ni unos Estados Unidos de Euro-América.
Existen, además, ciertas voces críticas (aquí). La supresión de los derechos de aduana no tendrá ningún efecto macroeconómico en el crecimiento ya que habría que profundidar en las trabas
comerciales. Y es aquí donde surgen los grandes lobbies y grupos de presión. Varios ejemplos. En 2010, las empresas químicas europeas
pagaron cerca de 700 millones de euros al fisco estadounidense por sus
exportaciones con destino a Estados Unidos. La legislación estadounidense impide que se llegue a una
armonización más profunda de la comercialización de medicamentos; los
europeos se niegan a importar carne que contenga hormonas o maíz
modificado genéticamente procedente de Estados Unidos; y por su parte,
los norteamericanos tienen miedo de las bacterias que podría contener el
buey de importación o los quesos franceses que se fabrican siguiendo
procesos naturales. Por otra parte, si Europa y Estados Unidos llegaran a un acuerdo sobre una
liberalización de sus intercambios comerciales, se discriminaría
automáticamente a los demás países. El resto del mundo podría interpretar este hecho como una exclusión e incluso chantaje. La alianza entre la Unión Europea y Estados
Unidos podría marcar el inicio de acuerdos comerciales
bilaterales y es posible que el comercio mundial se resintiera. Según Bhagwati, tras la firma de un
tratado de liberalización transatlántica, "los europeos tendrían que
intensificar la vigilancia con respecto a los intereses estadounidenses y
sus lobbies". Finalmente, aunque el comercio transatlántico ha crecido espectacularmente es muy probable que en el futuro las claves del comercio mundial
futuro residan en Latinoamérica y Asia.
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